Infojus: La Comisaría 5ª, un lugar siniestro convertido en espacio para la memoria

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La Comisaría 5ª, un lugar siniestro convertido en espacio para la memoria

| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2015-03-17 | Por: Juan Manuel Mannarino | Fecha de captura:: 2015-12-31 10:07

Lo dijo hoy Leonardo Fossati en referencia a la Comisaría Quinta de La Plata, que entre 1976 y 1978 albergó un centro clandestino de detención. Su madre estuvo detenida allí ilegalmente durante la dictadura y lo tuvo a él en la cocina.La Secretaría de DDHH bonaerense desafectó su uso policial y lo convirtió en espacio de memoria.

Hace diez años, Carlos Leonardo Fossati no sabía que nació en la cocina de un centro clandestino de detención. Ahora, con 38 años y una identidad restituida, encabezó el acto que declaró a la Comisaría 5ta de La Plata, donde su madre Inés Beatriz Ortega dio a luz y por la que pasaron 200 detenidos, como “Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos”. Para el gobernador Daniel Scioli, presente en la inauguración, “la historia de Leo es un testimonio desgarrador de lo que pasó en los años del horror y una historia que enseña a concebir el aprendizaje de la memoria y la reconstrucción colectiva de una identidad como país”.

De la ceremonia participaron sobrevivientes, el secretario de Derechos Humanos bonaerense, Guido Carlotto, y el de la Nación, Martín Fresneda. También la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, entre otros.

Además de Fossati, en la Comisaría 5ª nació otra nieta recuperada: Ana Libertad Baratti De la Cuadra. Es la nieta de Alicia Zubasnabar de De la Cuadra, “Licha”, una de las fundadoras de Abuelas y la primera presidenta, que falleció sin conocer a su nieta. Sus familiares no estaban en el acto, y a Fossati le pareció algo normal. “A mí también me pasó de tener un shock cuando me enteré, lleva tiempo. Y a cada persona le pega de modo distinto, es un proceso que hay que respetar”, dijo a Infojus Noticias mientras era el centro de la escena: periodistas, familiares, sobrevivientes, ex compañeros de militancia de sus padres y funcionarios lo requerían constantemente.

“Tengo las manos transpiradas, pero de los nervios”, confesó. “De todas maneras, anoche pude dormir tranquilo, porque siento que no es solamente mi historia personal la que se pone en juego. Es un proceso colectivo que incluye las historias de todos los que pasaron por acá y que al ver que este lugar tan siniestro se convirtió en un espacio de memoria, sentirán más alivio, más fuerza en pensar que las próximas generaciones conocerán realmente lo que pasó”, enfatizó.

Por la comisaría también pasaron al menos tres nenes que estuvieron privados de su libertad: Mónica Santucho, María Eugenia Gatica Caracoche y José Sabino Abdala. Los dos primeros recuperaron su identidad en 1985 y 1993, respectivamente. Los restos de Mónica fueron identificados por el EAAF en el 2009.

Para Estela de Carlotto haber transformado un espacio donde se torturó y funcionó como maternidad clandestina en un sitio de memoria fue “un acto cívico, democrático y de profunda alegría”. Dijo que, al recorrer los espacios de la comisaría –que aún siguen intactos, como la cocina y los calabozos-, se le puso la piel de gallina. “Estoy muy emocionada, le agradezco a Scioli su decisión política  para que este lugar sea un espacio de memoria. Acá no hay venganza, hace cuatro décadas que los familiares venimos luchando, por eso se mezclan la alegría y el dolor de sentir los gritos de las madres pariendo y el llanto del bebe apropiado. Cuando pasé por la cocina, me imaginé la desesperación de las madres por no poder saber qué iba a pasar con sus hijos. Estamos agradecidos porque se cumplió lo que soñábamos”, dijo en un pequeño palco donde también habló uno de sus hijos, Guido. Al escucharla, las cerca de cien personas presentes se unieron en un solo cantito: “Como a los nazis, les va a pasar. Adonde vayan, los iremos a buscar”.

El secretario de Derechos Humanos bonaerense dijo que la apertura del sitio de memoria “costó mucho” pero que no hubiera sido posible sin la lucha de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que “nunca claudicaron porque acá pasaron 200 personas torturadas y detenidas de forma ilegal y más de diez mujeres embarazadas”. A su lado, Scioli remarcó que hoy, más que nunca, “la lucha por los derechos humanos no es una etapa, sino una política de Estado”.

Scioli agregó: “Mientras ciertos sectores quieren hacer borrón y cuenta nueva, y buscar olvidar lo que pasó, nosotros seguiremos en el camino defendido por Néstor y después por Cristina, y que es el de poner a los derechos humanos como una prioridad para garantizar la democracia. No es un día más, es un orgullo acompañar a Estela, los argentinos tenemos que unirnos en el sentimiento y la solidaridad porque la recuperación de la identidad es algo tan necesario como el derecho a la vivienda y la asignación universal por hijos”.

Fresneda remarcó la importancia de escuchar a las víctimas de la represión, no sólo para “buscar justicia” sino también para “conseguir una reparación mínima del horror que vivimos. Y la apertura de este nuevo espacio de memoria implica eso”. Por último, dijo que “la vida de las víctimas nos implican, saber sus sueños inconclusos, sus luchas quebradas por un aparato represivo. Este acto es una manera de resarcir el dolor de la pérdida pero fortalece la construcción de la memoria hacia el futuro”.

La memoria como un proceso colectivo

Apenas se retiró la gente y pudo descansar, Fossati se abrazó con Rubén, hijo de Jorge Julio López, víctima que fue secuestrado en esa comisaría y testigo que desapareció en democracia tras declarar en un juicio de lesa humanidad.  Contó que tenía “sensaciones desencontradas”. La comisaría donde nació fue parte de su biografía: vivió durante toda la vida en un radio no mayor a las diez cuadras de allí. “Además mi familia paterna vivió muchos años muy cerca, a cinco o seis cuadras y yo iba a jugar a la misma plaza donde mi familia iba a tomar mate”, dijo. No es la primera vez que camina por la cocina diminuta donde la mamá, atada de pies y manos y con sus verdugos insultándola, dio a luz tras un trabajo de un día de parto.

Cuando se enteró de su verdadera identidad, Leo empezó un proceso que lo llevó a entender la historia de sus padres para luego militar por la causa de convertir a los ex centros clandestinos de detención en espacios de memoria. Debió enfrentar la historia de su apropiación, y la del matrimonio que lo crio “de buena fe”.

En 2011 declaró en  el juicio por el plan sistemático de robo de bebés y habló de sus verdaderos padres. Su madre estaba secuestrada desde el 21 de enero de 1977; se la habían llevado de Quilmes con siete meses de embarazo. A Inés Beatriz Ortega le decían “Inecita” porque en los grupos en los que estaba solía ser la más chica: tenía 17 años, era estudiante secundaria y militaba en la UES. Su padre tenía su mismo nombre, le decían La Chancha porque siempre fue ancho y petiso. Era estudiante de Historia, militante de Montoneros, y el día del secuestro iba al mismo bar con su madre. A los dos se los llevaron a la comisaría quinta. Leonardo supo muchos años después que el baño del centro de exterminio tenía una ventanita por la que sus padres algunas veces se comunicaron. Que su padre siguió así el embarazo. Y festejó a los abrazos con sus compañeros el día que escucharon su llanto.

Ahora, sin que le tiemble la voz, explica a los primeros visitantes del espacio cómo fueron distribuidos por los represores los espacios de confinamiento. En la entrada, había un portón por donde hacían entrar a los secuestrados. La cocina estaba pegada a  los calabozos donde eran torturadas las mujeres. Había una galería, una pileta y un par de baños. A unos metros, estaban los calabazos de hombres. Hoy, la comisaría sigue funcionando aunque esa parte  ya está señalizada como sitio de memoria. Se espera una próxima decisión política para que se la desmantele por completo: los organismos de Derechos Humanos estiman que, en los próximos meses, la comisaría será trasladada hacia otro edificio.

Resignificar: “Del horror a la vida”

En diciembre de 2012, el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata condenó a 23 de los responsables por los crímenes que se cometieron en Comisaría Quinta-16 de ellos a prisión perpetua- e instó al Ejecutivo provincial a desafectar su uso policial.  Además de la sugerencia del fallo judicial y tras varios pedidos de organismos de derechos humanos, Scioli tomó la decisión a fines del año pasado.

“Es una posibilidad histórica de pensar la ciudad de La Plata como un lugar muy golpeado por la represión ilegal. Contar con un espacio de memoria donde hubo una comisaría -muchas funcionaron como centros clandestinos de detención- es empezar a resignificar estos lugares de horror como lugares de vida”, dijo a Infojus Noticias Marina Vega, directora provincial de Políticas Reparatorias.

El gobernador había explicado que la creación del espacio de memoria tenía dos etapas. La primera se cumplió con el acto de apertura: la desafectación del sector de maternidad clandestina y donde estaban los secuestrados atados y encapuchados. En los juicios, quienes “trabajaron” ahí lo llamaron “área restringida” y aludieron a una supuesta subordinación policial al Ejército.

José Sabino Abdala y su tía, Lita Abdala.

Pero esa coartada -la existencia de zonas dentro de las comisarías a las que sólo accedía personal castrense- fue desmentida por las declaraciones de los sobrevivientes –y también de policías- durante las últimas dos décadas. Todas las oficinas de la comisaría 5ª fueron parte del campo de concentración, y todos sus efectivos sabían lo que pasaba ahí. Scioli se comprometió, en una segunda etapa, a desafectar la seccional por completo.

Este espacio de memoria es el número 56 en la provincia de Buenos Aires. Tras la apertura, ya se abrió a la visita del público. Algunos visitantes pidieron agua para el mate en la puerta de la comisaría, pero los policías, malhumorados, se lo negaron. En el fondo, una madre le explicaba a su hija de 8 años que lo que veía ante sus ojos eran calabozos.

-¿Y qué es un calabozo, mamá?, le preguntó la nena.

-Un lugar oscuro, feo. Donde se trató muy mal a la gente.

JMM/MEL/RA


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