Infojus: Crimen de Ferreyra: el recuerdo de la fiscal que encaminó la investigación

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Crimen de Ferreyra: el recuerdo de la fiscal que encaminó la investigación

| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2015-10-20 | Por: Infojus Noticias | Fecha de captura:: 2016-01-18 12:54

Cristina Caamaño estuvo a cargo del inicio de la pesquisa. Apenas llegó a la escena del crimen ordenó una serie de medidas, entre ellas apartar del caso a la Policía Federal. La amenazaron pero no se amedrentó. La investigación que arrancó terminó con 14 condenados por la muerte del militante. El trabajo conjunto con la jueza y el fiscal que siguió su trabajo cuando la convocaron para integrar el flamante ministerio de seguridad.

La causa judicial por el crimen de Mariano Ferreyra tuvo una fuerte impronta femenina. La primera en intervenir fue la fiscal Cristina Caamaño, después la jueza Wilma López y por último la fiscal de Casación, Gabriela Baigún. Caamaño llegó a la escena del crimen poco después de que la alertaran del crimen. Apenas llegó al  lugar se puso a trabajar: caminó, buscó cámaras que hubieran registrado lo que había pasado, pidió las cintas, sacó a la Policía Federal Argentina (PFA) y dispuso la intervención de Gendarmería Nacional. Desde entonces avanzó con contundencia  y apenas una semana después sufrió las primeras consecuencias. “La noche en que estaban velando a Néstor (Kirchner), llegó una camioneta a la fiscalía y cuatro hombres quisieron entrar a la fiscalía. Estaba sola y llamé a Julio Alak, que me atendió en las escalinatas de la Casa Rosada, mientras entraba al velatorio. Me dijo: ‘Ya mismo te mando a la policía’”, recordó Caamaño a Infojus Noticias .

A pesar del susto Caamaño, hoy a cargo del  Departamento de Interceptación de Captación de las Comunicaciones (Dicom), no se amedrentó y siguió adelante con la causa que terminó con 14 condenados, entre ellos el ex líder de la Unión Ferroviaria (UF), José Pedraza, su segundo en el cargo y nueve efectivos de la PFA. 

Los cuatro hombres que llegaron a bordo de una camioneta con patente trucha, eludieron al portero del edificio de la fiscalía, ubicada sobre la calle Paraguay al 1500, y comenzaron a subir. Las puertas donde estaba la fiscal no se podían cerrar desde adentro.

Los pensamientos se agolpaban uno detrás de otro en la cabeza de esta mujer que supo recibir amenazas en su carrera y resistir grandes presiones como en el causa de Juan Carlos Bayarri, uno de los acusados falsamente en la causa por el secuestro de Mauricio Macri. Fue ella quien logró que el expediente  pasara de apremios a torturas y que el Comisario Carlos Sablich, todopoderoso dentro de la PFA, sea condenado por eso.

Los hombres no alcanzaron a llegar al quinto piso en el que estaba Caamaño y escaparon en la camioneta en la que habían llegado. Fue el primero de una serie de amedrentamientos que se dispararían desde el entorno de Pedraza. Caamaño avanzaba en la causa y ellos respondían con sus modus operandi.

“Cuando estoy metida en una investigación no mido”, explicó la fiscal  dueña de una inmensa capacidad de trabajo, que la puede llevar a pasar entre 12 y 14 horas trabajando absorta en un caso. Eso fue lo que hizo aquellos días de la primavera de 2010. La investigación del crimen de Ferreyra fue como abrir la caja de Pandora. “El negocio de los tercerizados lo tenía Pedraza, recibía dinero del Estado y no le convenía perderlo”, explicó. Precarización laboral, sociedades falsas con familiares y amigos para mantener el engranaje corrupto formaban parte del universo Pedraza, que aquel 20 de octubre comenzó a escribir su capítulo final.

Trabajar a la par

A Caamaño le avisaron más de una hora después lo que había pasado aquel mediodía del 20 de octubre de 2010. Se fue directo al lugar junto a su secretario y prosecretario, en el auto de este último. “Lo primero que vi fue a una chica de la PFA marcando con tiza adónde habían caído los casquillos”, relató. De cerca la miraban decenas de uniformados. Uno de ellos se acercó y le dijo: “Vio doctora que esta vez no tuvimos nada que ver”. La respuesta de Caamaño fue contundente: “La omisión también es delito”. Junto a sus colaboradores comenzó a buscar cámaras y pedir las grabaciones. En una de ellas encontró el momento exacto de la agresión a Elsa Rodríguez, una de las tres personas heridas junto a Nelson Aguirre y Ariel Pintos. Sacó a la PFA del lugar y dispuso que trabaje Gendarmería, que más de una semana después siguió encontrando casquillos en la zona.

“Yo no soy una heroína”, responde Caamaño ante el reconocimiento de su trabajo. “Mariano está muerto y eso es irreversible. Era un crimen evitable. Este es el hecho fundamental. Lo importante”, aseguró contundente. Caamaño también se corre del centro de la escena y destaca el trabajo de la jueza Wilma López y la empatía que tuvieron en el trabajo mancomunado que llevó a las detenciones, que terminaron por descabezar a la cúpula de la Unión Ferroviaria y que dejaron tras las rejas a los uniformados. “Trabajó al lado mío”, resumió sobre López. Y resaltó  el trabajo que tras su partida a Seguridad hizo el fiscal Fernando Fiszer que tras tres meses de trabajo la elevó a juicio oral.

El compromiso de Caamaño también se plasmó en la relación que entabló con la familia de Mariano. Un día se encontró en un bar con Pablo y Carolina, el hermano y la cuñada del joven militante del PO. Les reiteró su compromiso con la investigación. Se los prometió. Cuando un tiempo después la convocó Nilda Garré para integrar el gabinete en el Ministerio de Seguridad, Caamaño se entrevistó con Pablo para consultarlo. No quería que pensara que estaba abandonando la causa. Él la alentó: “Tiene que ir alguien como vos”, le dijo. Eso fue determinante para que aceptara la propuesta. Después de hablarlo con Ferreyra recién lo charló con referentes como Eugenio Raúl Zaffaroni y Esteban Righi, entonces Procurador General de la Nación.

El 19 de abril de 2013 Caamaño llegó a la sala donde el Tribunal 21 dio a conocer el veredicto. Estaba entre el público, en las últimas filas, fiel a su bajo perfil. Ese día conoció a Beatriz, la mamá de Mariano. Todavía se emociona cuando lo recuerda y cuenta que se puso a llorar. Pensó en esa mujer durante la investigación y lo sigue haciendo, más allá del juicio. “Todos estábamos contentos, pero esa mujer pensaba ‘todo muy lindo’, pero mi hijo está muerto y nunca debería haber pasado”. 

CD/LC


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