Infojus: “Ahora entiendo que las máquinas nunca fueron de nosotros”
Esta nota, publicada originalmente por el portal Infojus Noticias, fue recuperada y puesta a disposición del público, luego dejar de estar disponible en su fuente original.
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“Ahora entiendo que las máquinas nunca fueron de nosotros”
| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2015-06-08 | Por: Juan Carrá | Fecha de captura:: 2016-01-19 17:46
Esteban Mur Pernea volverá a declarar mañana. Es el padre de los dos nenes que murieron en el incendio del taller textil de Flores. En su primera declaración, el joven se refirió a la conflictiva relación comercial que tenían con el coreano que les alquilaba la casa-taller. “Era quien nos proveía las telas y nosotros las confeccionábamos, nos pagaba y retiraba las prendas”, dijo. Trabajaban 14 horas diarias y cobraban según la cantidad de prendas que fabricaban.
Esteban Mur Pernea, el padre de los dos nenes que murieron en el incendio del taller textil de Flores, llegó el viernes a los Tribunales de Comodoro Py cerca de las 10.30. Lo esperaban en el tercer piso, en el Juzgado 6 a cargo de Rodolfo Canicoba Corral. A poco más de un mes de que Rodrigo y Rolando Mur Menchaca perdieran la vida entre las llamas de la casona de Páez al 2700, Esteban pudo dar su testimonio ante la Justicia. “El coreano era quien nos proveía las telas y nosotros las confeccionábamos, era quien nos pagaba y quien retiraba las prendas”, dijo Mur en su declaración a la que Infojus Noticias tuvo acceso. Además, entregó seis recibos de alquiler a nombre de Sue Yop Lee, el empresario oriental que dirigía la “unidad productiva” en la que estaban empleado Mur y su familia. Mañana continuará la testimonial.
Para Nahuel Berguier y Gabriela Carpineti, abogados que impulsan la querella en representación de Mur, “con esta declaración testimonial quedó asentado con claridad el vínculo de explotación que perseguía este empresario de nacionalidad coreana para con el grupo de cinco trabajadores de origen boliviano”. Carpineti explicó a Infojus Noticias que “desde el primer contacto que uno de los miembros de esta familia tomó con el empresario se fue desarrollando un vínculo de absoluta explotación”. “Las condiciones, tanto en lo que tiene que ver con la jornada laboral, la remuneración y el contexto, son suficientemente contundentes como para presumir un delito penal”, agregó.
El testimonio de Mur pinta en detalle el modo de producción que tanto él y sus familiares llevaban adelante en la casa de Páez 2796: “Trabajábamos unas 14 horas, de 8 de la mañana a 10 de la noche”. Según la testimonial, en el lugar trabajaban, además de él, su mujer Corina Menchaca; y sus cuñados Victoriano, Amparo y Julián Rojas. “A veces unos sobrinos que se llaman Denis Condori y Flavia Menchaca”, sumó.
A ellos, Mur los señala como trabajadores del taller, que cumplían diferentes funciones. La figura del “coreano” aparece en repetidas oportunidades a la hora de señalar quién era el que proveía la materia prima y los medios de producción para generar las prendas que después retiraba y colocaba en el circuito comercial. En este sentido, en el Juzgado se le preguntó a quién pertenecían las máquinas que había en el taller. Mur respondió: “Al coreano. Ahora entiendo que nunca fueron de nosotros. Él nos decía que nos entregaba las máquinas y que con nuestro trabajo se las íbamos a ir pagando. Por lo que mes a mes nos descontaba el valor de las máquinas”. A pesar de que se les retenía el dinero, esa transacción nunca quedaba efectivizada ni documentada. “Nunca nos dio un comprobante, ni una constancia que dijera que eran nuestra. Era todo de palabra”, explicó.
El empresario también incidía de forma directa en el salario que los trabajadores obtenían. “Dependiendo las prendas que confeccionábamos era nuestra ganancia. Si llegábamos a diez prendas, ese era el pago del día. Si por el contrario, hacíamos cien, nos pagaban por las cien. No teníamos un sueldo fijo. El coreano era quien nos decía cuánto ganábamos por cada prenda. Quien ponía los cierres ganaba una cierta cantidad, mientras que quien hacía overlock ganaba otra. Todo dependía de las máquinas que utilizáramos, porque trabajábamos en cadena”, explicó. A pedido de sus defensores, explicó que por una polera se le pagaba 5 pesos; una escote en V, 6 pesos, y por una campera 7.
Ayusí y ayusa
La relación con el “coreano” no era la mejor. Se hacía llamar “Ayusí” y a su mujer “Ayusa” que, según les dijo a los trabajadores, en su idioma significa señor y señora. Según declaró el padre de los nenes fallecidos, el empresario se quejaba sobre la confección de las prendas y los maltrataba. “No entiendo por qué se enojaba cuando hacíamos lo que nos pedía”, dijo y aclaró que “nunca cumplía con su palabra”. También, Mur dejó en claro que para el único que trabajaban era para este empresario oriental y que a veces él les pedía que cambiaran las etiquetas que llevaban las prendas.
Si bien en ningún momento Mur hizo referencia a que estuvieran encerrados en el lugar, sí contó que el empresario los “trataba de asustar” diciéndoles “que no abramos la puerta mucho y que no le abramos a nadie, porque nos decía que la policía nos podía decomisar todo”, declaró.
En este sentido, Berguier explicó a Infojus Noticias que “para la querella la declaración es un antecedente que tipifica una situación clara de explotación laboral y que abre las puertas para que el juzgado cite a indagatoria al empresario de nacionalidad coreana que dirigía la unidad productiva. Y que se avance en la investigación a toda la cadena de comercialización”. Según los representantes de la querella será fundamental que desde la Justicia se le pregunte al empresario sobre qué marcas son las que se beneficiaban con la explotación de esta familia que terminó en tragedia.
En relación al espacio físico de trabajo, Mur explicó que en la casa trabajaban todos los que nombró y que tenían un baño para compartir entre todos, un espacio afuera, en un patio, que usaban como comedor, y un subsuelo que “lo habíamos puesto como dormitorio para descansar entre todos”. En ese lugar había cinco camas, dos de dos plazas y las demás de una. Allí dormían durante la semana para no tener que viajar desde Villa Celina con los chicos, que iban a la escuela cerca del taller. Además, Mur contó que tenían aire acondicionado porque no tenían “aire natural, estaban las ventanas cerradas”. “En los seis años que llevo trabajando en la casa de Páez 2976 nunca tuvimos ninguna inspección. Como así tampoco recibimos ninguna carta de aviso de alguna autoridad pública”, explicó.
Estos elementos son los que, para la querella, dan un panorama claro sobre el rol de explotador que jugó el empresario coreano y que las condiciones de producción a los que sometió a esta familia tienen relación directa con el final trágico de los chicos. La declaración de Mur continuará mañana con el objetivo de aportar mayores detalles para terminar de configurar el entramado que tiene al empresario oriental en el centro de las miradas.
El testimonio de Mur tiene especial importancia para los querellantes: con él se pretende probar la relación que existe entre las condiciones de trabajo de los Mur-Menchaca con el incendio que causó la muerte de los nenes. Esto podría posibilitar que el juez Canicoba Corral decida incorporar la causa caratulada “incendio seguido de muerte” a la de “averiguación de delito de trata” que tramita en su juzgado.
JC/RA
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