Infojus: "Me convertí en detective, recogiendo fragmentos esparcidos"
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"Me convertí en detective, recogiendo fragmentos esparcidos"
| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2015-05-30 | Por: Laureano Barrera | Fecha de captura:: 2016-02-02 19:50
María Ester Alonso Morales presenta esta noche, en La Plata, su libro de poemas “Entre dos orillas”. Es hija de un jefe del ERP asesinado y de una campesina santiagueña detenida y torturada. Abogada, militó en Hijos y vive en Alemania. Es sus versos, no hay lugar para las metáforas. “Soy hija de guerrilleros y me concibieron en su lucha”, cuenta.
María Ester Alonso Morales es la hija de un jefe del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) asesinado y de una campesina santiagueña que no necesitó leer a Antonio Gramsci para saber qué era la explotación y se unió al Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fue detenida en 1974, torturada en una comisaría de Bernal, y después de quedar en libertad también quedó en silencio: nunca pudo contarle a nadie lo que pasó adentro de la dependencia policial. María Ester, es también hermana melliza de una joven muerta a los 16 años de una enfermedad degenerativa. Militó en H.I.J.O.S y fue la primera abogada de la filial platense de Abuelas de Plaza de Mayo. Hoy en día, es una migrante latina viviendo en Alemania con un esposo y dos hijos nacidos ahí: una sudaca en su “exilio voluntario”, como ella misma lo bautizó en uno de sus poemas. “Es una nostalgia vieja, que traigo desde La Plata, la inevitable tristeza del inmigrante está siempre, como una nube en el cielo”, lo define en una charla con Infojus Noticias . Porque no son las sombras del pasado las que la traen por estos días al país, sino los poemas que escribe para protegerse de ellas. Hoy, a las 20:30, presenta su libro “Entre dos orillas” en el local de la editorial Malisia (diagonal 78 N° 506, esquina 6 y 59), en La Plata.
-¿De todo lo que sos o has sido, qué te define en este tiempo?
-Ahora me defino como poeta, sí. Un nuevo rol que he asumido, y me siento contenta. Abogada como era antes ya no soy, porque allá no me dejan ejercer la profesión, pero trabajo en el estudio de Erk, mi marido, como… yo digo que como asesora de la vida, ya no me puedo ni definir. Las clientas latinoamericanas piden hablar ‘con la abogada’. Me preguntan de todo, hasta cuestiones sentimentales. La mayoría de nuestros clientes vienen por derecho de extranjería y derecho de familia, aunque también tenemos alemanes.
¿Por qué te fuiste a Alemania?
-En uno de los poemas yo lo defino como un exilio voluntario. La nostalgia me persigue, no la puedo soltar. Es una nostalgia vieja, que traigo desde La Plata, la inevitable tristeza del inmigrante que está siempre, como una nube en el cielo. A veces es pequeña y el sol se ve, a veces es más grande y lo tapa. Yo defino ese exilio voluntario como un salto hacia adelante, una huida hacia el futuro. Pensé que con el tiempo y la distancia las heridas que yo tenía iban a cicatrizar. No es así. Me equivoqué. Porque siempre te acompañan.
¿Y se magnifican estando lejos?
-Sí. En la distancia todos los sentimientos se intensifican. Y una se convierte en una exagerada. Yo siempre he sido exagerada. En el amor, en todo. Y a la distancia más, le pongo más pasión. Todo ese sentimiento en un momento explotó y no lo pude parar: escribía, escribía, escribía.
María Ester escribió desde siempre: en una pequeña libreta roja, marca Molesquine, “y acumulaba”, cuenta. Un día envió sus poemas a Neus Morán Gimena, la diseñadora del libro, por mail. Después creó su blog, y encontró en Julián Axat –abogado, hijo de desaparecidos y codirector de la colección “Los detectives Salvajes” junto a Juan Aiub- el espejo que necesitaba. Le mandó algo suyo, recibió elogios y entabló un “lindo” intercambio. “En un momento, Julián me dijo ‘veo que estás soñando un libro’”. En rigor, no lo soñaba. Escribía para sacar afuera el sentimiento y aliviarme. “Pero hace dos años me lo tomé en serio. A veces hace falta la observación de alguien de afuera”.
Su poemario “Entre dos orillas”, con más de 150 poemas inéditos, no sólo se presentará en La Plata. El jueves próximo su autora estará en el centro cultural Haroldo Conti (ex Esma), junto a Estela de Carlotto. El periplo terminará el 30 de junio en la otra orilla, en una conferencia sobre Derecho y Poesía en la universidad de Berlín de la que también participará el ex juez de la Corte Raúl Zaffaroni. El poemario aborda los temas que la queman, y los ubica entre dos márgenes: el del Río de la Plata, que bucea en la dictadura, el secuestro de su madre y ellas mismas, y el asesinato de su padre, y el del río Elba, en su Hamburgo actual, donde el desarraigo y el prejuicio son los dramas capitales. Por eso, también, los poemas se editan espejados y a dos columnas, en castellano y alemán.
La herencia incómoda
María Ester y su hermana melliza Elena, nacieron presas en una clínica que estaba en la esquina de la comisaría de Bernal. Ningún médico quiso firmar su partida de nacimiento, pero sabe que fue el 17 de noviembre de 1974 porque su madre, presa desde cuatro días antes por el asesinato de un militar, escuchaba por la radio el regreso de los restos de Evita al país. Como estaba a punto de parir mellizas, no la llevaron al “Pozo de Banfield” con sus compañeros. El episodio asoma en “El día peronista”, uno de los poemas.
En los versos, María Ester le quita velos a su pasado, hasta dejarlo al desnudo. En “La justicia que llega”, cuenta la historia de la nieta recuperada Elena Gallinari Abinet. En “Octubre”, la muerte de su padre, que completa en “El padre que no viví”. En “Iniciales” el allanamiento de su casa, y el escape con su madre a punto de dar a luz. En “La herencia incómoda” cuenta su propia historia, y le dedica “Quebracho colorado” a su madre. En cada una de esas piezas, la prosa no tiene metáforas sino crudas literalidades.
- No tiene metáforas porque no puede haberlas, porque estoy contando lo que me pasó a mí. Y porque en mi casa durante mucho tiempo hubo silencio. Incluso yo tenía muchísima dificultad para contarlo. En H.I.J.O.S, me pasé muchísimo tiempo llorando. Veía a los compañeros que eran capaces de contar su historia, y para mí era imposible ponerlo en palabras sin quebrarme.
La poeta habla mansamente, pero sin pausas. Al eco rudo del idioma alemán sobrevive la tonada santiagueña que heredó de Delfina, su madre.
- Por eso, en el poema “La herencia incómoda”, empiezo preguntando quién quiere hacerse cargo de esa herencia incómoda. Nadie. A veces, ni sus propios protagonistas. Y no hablo solamente de la generación de mis padres, sino también la de los mayores. Mi abuela se calló la boca. Le mintió a toda la familia en España. Que mi papá murió en un accidente de tránsito. Y también callan los otros, los responsables. Que también mienten. Por eso digo que soy hija de guerrilleros. Porque no puedo decir otra cosa. No puedo decir que eran militantes secundarios, universitarios. Es mentira. Eran guerrilleros y me concibieron en su lucha. Nací prisionera y llevo el nombre de una compañera que estaba presa con mi mamá. De ahí viene María Ester.
Los fragmentos esparcidos
María Ester se acercó a la agrupación H.I.J.O.S. en los últimos años de la década del ’90. Fue la contención que necesitaba, pero sufrió un desgaste. En 2001 se acercó a la filial de La Plata de Abuelas de Plaza de Mayo. Allí reconstruyó gran parte del circuito represivo de La Plata y las maternidades secretas que funcionaron en la provincia de Buenos Aires. En 2004, fue la abogada de la institución en el juicio oral que condenó a Miguel Etchecolatz y el médico policial Jorge Bergés por el robo de la nieta María del Carmen Sanz, cuando estaban vigentes las leyes de impunidad y sólo avanzaban contadas causas de robo de bebés. “Me convertí en detective, recogiendo fragmentos esparcidos”, escribió en su libro. En 2006, conoció a un abogado alemán que estaba estudiando en el país y se enamoró. Dejó todo y se fue a Europa, huyendo hacia el futuro.
Las percepciones de una inmigrante
- Al principio llegué con un bebé, eso me requería muchísima atención. Después empecé a estudiar alemán, algo fundamental para mí porque yo iba como una mujer emancipada y bastante orgullosa y de pronto era dependiente y analfabeta. Era como una patada en mi autoestima. Al migrante las dos cosas que le afectan son el autoestima y la identidad. El inmigrante tiene altibajos, distintas etapas, no es lineal. Pero todos pasan una fuerte crisis de los siete a los diez años. Es el momento en que uno definitivamente tiene que hacer el duelo de la Patria y aceptar la situación.
El año pasado, la forastera tocó “el punto más hondo” de su destierro. Tuvo la conciencia clara de que sus hijos eran alemanes y que su vida por el momento está allá, en Hamburgo, lejos de su tierra y sus afectos, a pesar del reacondicionamiento de su departamento en La Plata y las fantasías –a veces tan reales- de cualquier día levantarse, comprar el ticket de avión y empezar por fin a volver.
- Por eso vine a Argentina el año pasado dos veces. Tenía que venir, sola, y recorrer los lugares donde yo había estado. Eso se llama volver sobre los pasos: hay gente muy sabia que sabe que en algún momento de la vida eso hay que hacerlo. Vas para adelante, y en un momento te perdés. Es ahí que necesitás mirar para atrás, por el espejo retrovisor, y ver el camino que hiciste.
¿Escribir es otra forma de volver sobre los pasos?
-Sí. La poesía te permite eso: revisitar esos paisajes, reencontrarte con esa gente, declararle tu afecto, recordar viejos amores.
La poética de María Ester vuelve sobre sus pasos casi como ninguna otra. Es la necesidad imperiosa de sacar fragmentos, fotos, papeles y relatos ajenos. Todo afuera.
“Soy la hija de un guerrillero”
En “El cielo sobre Lanús”, María Ester cuenta un sueño recurrente. Un ángel con abrigo negro le ofrece retroceder hasta el día que matan a su padre, advertirle el riesgo inminente sin decirle que es su hija. Y pone otra condición: si Jacinto se salva, ella deja de existir. Maria Ester acepta. “Pensaba en converncerle a él y a sus compañeros de desistir de la operación, que se trataba verdaderamente de un error, una trampa, una tragedia”, escribió.
- Mirándolo retrospectivamente, ¿creés que la experiencia de los ’70 fue alguna de esas tres cosas: un error, una trampa, una tragedia?
-Podemos decir las tres. Fue un error, sí, y fue una trampa. A mí me han dicho que la lucha armada era una condición que te ponía el enemigo. Y que también veían que se venía otra dictadura. No eran ingenuos. Crecieron en una dictadura y sabían que se venía otra, seguramente más sangrienta. Tal vez no imaginaron hasta dónde eran capaces de llegar en la crueldad y la aberración. Pero sí: sabían a quienes se enfrentaban. Y yo creo, que en algunos aspectos, apresuraron un poco las cosas. Y eran tan jóvenes: mi papá tenía 24 años. Siempre decía ‘no hay tiempo para discutir. Tenemos mucho por hacer’. Él no tenía tiempo. Presentía que iba a morir joven. Ellos estaban dispuestos a dar la vida. Y a matar. Mi padre estaba dispuesto a morir y a matar.
Jacinto Alonso Saborido, el Gallego, también fue inmigrante: llegó a Buenos Aires desde Vigo con cinco años. Empezó a militar de adolescente en el Partido Comunista. Después se pasó al PCR. En 1970, cuando se fundó el ERP, se incorporó con sólo 20 años. El 7 de octubre de 1974, cuarenta días antes de que nacieran las mellizas, lo asesinó el ejército. El Gallego esperaba un varón. María Ester Alonso Morales heredó de su padre una “guitarra negra, vieja, sucia, rota”, una partitura con su caligrafía y su nacionalidad española, que le ahorró en su estancia europea varios trastornos jurídicos. “Querido Jacinto, gallego, quisiste arreglar este mundo, tan frontal y decidido”, le escribió su hija en el poema “Octubre”, que concluye: “Tu breve historia, tu terca valentía, me enseñan que en esta vida vale la pena intentarlo, siempre, aunque perdamos”.
- El prologuista del libro, Eric, me preguntó si yo quería que se supiera su militancia. Él es hijo de un guerrillero colombiano, y allá eso no es moco de pavo. Y yo le dije que quería decirlo, porque es la verdad y eso me va a aliviar. Negar su militancia sería quitarle el sentido a su vida. No quiero hacerlo: mi mamá se calló durante muchos años y quedó mal. No lo puede ni verbalizar. Quedó paralizada y en silencio. Y así hubo muchísima gente.
En Berlín, hace un tiempo, María Ester y Eric fueron a una librería a leer sus poemas. Ella llevó las mismas hojas de word que ahora tiene sobre la mesa del hall del hotel, porque aún no tenía editado su libro. Leyó los poemas sobre Jacinto, sobre su herida abierta. Al terminar, una chica del público, de su misma edad, se le acercó:
- Tengo una historia parecida. Mi padre está desaparecido, mi madre fue presa. Muchos años callaron. Gracias por ponerle palabras a mi silencio.
El nombre de esa chica es Malén Zapata. Ella y María Ester, ahora, son amigas íntimas.
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