Infojus: “Era un compromiso muy grande: un hombre se estaba jugando la libertad”
Esta nota, publicada originalmente por el portal Infojus Noticias, fue recuperada y puesta a disposición del público, luego dejar de estar disponible en su fuente original.
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“Era un compromiso muy grande: un hombre se estaba jugando la libertad”
| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2015-03-14 | Por: Laureano Barrera | Fecha de captura:: 2016-01-25 14:53
El jueves se dictó el veredicto en el primer juicio por jurados realizado en territorio bonaerense. Doce hombres y mujeres que no tenían nada que ver con el Poder Judicial debieron decidir si un acusado quedaba libre o le daban 15 años de prisión. “Encontramos al acusado no culpable”, fue finalmente la sentencia, leída por quien eligieron como presidente.
La sala de deliberaciones -desangelada, con una mesa grande y una luz blanca-, rebosaba de una extraña felicidad. Había abrazos, risas, los chistes de alivio que salen uno tras otro, contenidos durante tres días de tensión y solemnidad.
-¿Va a haber asado del jurado?- preguntó Infojus Noticias .
-Sí, en la cantina de mi tío. Paga el Poder Judicial- respondió el presidente del jurado, y todos –sus colegas, los periodistas- volvieron a reír.
El vidriero
Treinta minutos antes del desahogo, Andrés -vidriero, 35 años, nariz aguileña y pelo rapado en las sienes- había leído el veredicto en nombre de los dieciocho hombres y mujeres de a pie, en una sala colmada de cámaras y público. “Nosotros, el jurado, encontramos al acusado no culpable”, leyó, extendiendo la hoja firmada, y en la sala estallaron gritos y abrazos de la familia numerosa de Guillermo Barros, absuelto de haber matado a su cuñado, Gabriel Germán Armella, de un tiro de escopeta en el corazón.
Andrés fue elegido presidente “por ser el más lindo”, bromea. Después se pone más serio. “Yo no me propuse, pero no me molestó que me eligieran. Antes habían elegido a otros, pero al final quedé yo”. Durante el juicio, se había mantenido apoyado contra la pared, en una discreta segunda fila, y hasta en algún momento se lo vio cabecear. “Es que llega un momento en el que te cansás”, aclaró.
-¿Hubo tensión, desacuerdos en el debate secreto?- preguntó esta agencia.
-Se charló tranquilamente y llegamos a un acuerdo sin problemas.
El presidente –que puso una vidriería hace unos meses con su padre-, por momentos dice que se “moría del susto”. Todos los días, después de ser juez, Andrés se iba “a hacer otra cosa y quedaba fundido”, para no tentarse y leer qué cosas salían en la tele y se publicaban en internet. A pesar de que a algunos miembros los llevaban al tribunal en auto del Servicio Penitenciario Bonaerense, Andrés llegaba todos los días cerca de las nueve, por su cuenta. “Fue una carga muy pesada porque era decidir si (el imputado) quedaba libre o le daban 15 años de prisión. Leer el veredicto “fue un alivio grande, aunque intenté no mirar a la familia porque soy medio llorón”.
La maestra de escuela
A Paula, una mujer alta y rubia, le tocó ser suplente. Baja la escalera apurada, desde la sala de deliberaciones a la que se hizo el juicio, donde se sacarán la foto final junto al juez Francisco Pont Vergés.
-Habiendo estado adentro nos dimos cuenta cómo muchas veces hablamos sin conocer. Los diarios publican de crímenes sin contar la historia que hay detrás. Pero en este caso no había pruebas para decir que era culpable. Y la sociedad necesita que nosotros podamos cumplir un rol importante.
Paula es docente en una escuela primaria.
-¿Crees que ahora vas a ver de otra manera los casos parecidos al que te tocó juzgar?
-Totalmente. A partir de ahora los voy a ver con ojos más críticos.
El ama de casa
Como cada jornada del juicio Ramona llegó a la sala a duras penas, apoyando su cuerpo pequeño sobre el bastón y acompañada por una secretaria. Tiene nueve hijos, 24 nietos, ocho bisnietos, el pelo blanco y la piel cuarteada por 72 años de sol.
-Fue hermoso, fue hermoso- repite apoyada sobre el escritorio del juez.
En la foto panorámica del jurado, Ramona aparece en el centro, con un gesto de orgullo, como una ministra de la Corte Suprema en los últimos años de su carrera judicial. Había sido la primera opción para ocupar la presidencia. “Pensé que como tengo artrosis, e iba a tener que estar parada, iba a ser un problema”, dijo. Pero no quedó conforme: “Igualmente era un minuto”.
-¿Le hubiera gustado ser presidenta?
-Sí, me hubiera gustado- dice la mujer, que vive en Villa de Mayo y siempre fue ama de casa. “Pero no importa, fue muy lindo igual”.
-¿Qué sintió en el momento del veredicto?
-¡Qué te parece! Orgullo, emoción. No había ni una sola prueba contra ese chico, pobrecito.
-¿Ahora que conoció un juicio por dentro, siente que a veces se cometen injusticias con otros casos?
-Sí, creo que sí.
El comerciante
Los grabadores de los cronistas, en la sala de deliberaciones, rodearon a Andrés, el presidente, a Ramona, la más vieja, o a Francis, estudiante de Nutrición, que con sus 21 años fue el más joven del jurado. Desde atrás, un hombre atlético, con el pelo entrecano y una chomba negra, levanta la voz por sobre los demás. Dice que el problema era llegar a casa, y la familia y las preguntas sobre el tema. “Pero teníamos que ser imparciales y eso lo tenias claro”, dijo.
-¿Qué comercio tiene?
El hombre duda.
-Comercio. Prefiero no decirlo porque mis socios estaban re calientes.
-¿Por qué?
-Por la exposición.
El empleado de una inmobiliaria
Daniel tiene 58 años, dos hijos, cuatro nietos y es empleado de una inmobiliaria. Sentado en la primera fila de las butacas del jurado, durante los tres días de juicio no se distrajo nunca y llenó de anotaciones el cuaderno. Era el candidato a presidente que robaba en las encuestas que se llevaban entre el público. “Era un compromiso muy grande. Había un hombre que se estaba jugando la libertad”.
-¿En qué lo cambio ser parte de este juicio?
-Me sentí útil en la sociedad. Creo que va a servir para que estemos todos más integrados.
-¿Va a ver de otra forma casos parecidos a éste?
-Siempre tuve una mirada distinta. Nunca cuestioné. Yo creo que cuando alguien hace algo es por algo. Hay que ver las historias detrás de los casos.
A las cuatro de la tarde, la sala de audiencias comenzó a desalojarse. “Ya voy, un minuto”. Un jurado suplente, de camisa de jean y piercing, fotógrafo, sacó la cámara de su mochila. “Me aguante todos estos días, hoy ya la traje”, dijo. El juez Pont Vergés, con el saco más desalineado, posó para la panorámica. “Estos eran los que hace tres días no querían que nadie los fotografiara”, bromeó. Es la foto que el día posterior al primer veredicto popular estuvo en todos los diarios.
LB/RA
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