Infojus: Ana Rosenfeld: el terror de los maridos

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Ana Rosenfeld: el terror de los maridos

| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2013-11-23 | Por: María Florencia Alcaraz | Fecha de captura:: 2016-01-24 22:11

Se la conoce como “el terror de los maridos”, título del libro que acaba de publicar. A los 20 años ya estaba recibida y trabajaba de abogada. Sus clientes son, entre otros, Susana Giménez, Carmen Barbieri y Wanda Nara. Su especialidad son los divorcios y es la creadora del término “bozal legal”. Critica los tiempos de la Justicia y a los jueces “que viven en una burbuja”.

Ana Rosenfeld brilla, está impecable. Lleva puesto un trajecito beige y negro con zapatos a tono pero elige mudarse de ropa para las fotos. “No me avisaste que venías con fotógrafo. Igual, tengo un vestidito preparado para estas ocasiones”, dice la “mujer maravilla de las famosas” antes de comenzar la charla con **Infojus Noticias . La abogada mediática, especialista en divorcios femeninos y resguardo de honor, está siempre lista para sazonar con glamour la cara fría del Derecho. “Siempre sé dónde empiezo pero no dónde termino. Mi exposición hace que me llamen de un programa o de una radio para que el pueblo entienda un fallo que es de interés”, aclara.

La verdadera “legamente rubia” nació en Buenos Aires en 1954 y antes de cumplir 20 ya estaba ejerciendo la profesión. Está acostumbrada a la velocidad y el vértigo: cursó su carrera en menos de dos años. Cuando habla le imprime esa velocidad avasalladora a sus palabras. La clientela de Rosenfeld puede rastrearse en las tapas de las revistas Gente y Caras o en el sillón de Jorge Rial: Susana Giménez, Carmen Barbieri, Pampita Ardohaian, Evangelina Salazar y Beatriz Salomón son algunas de ellas. Rosenfeld, también, se convirtió en la vocera jurídica de la novela del momento: representa a Wanda Nara en su divorcio con el jugador de fútbol Maximiliano López.

Ganó muchos juicios e interpuso múltiples amparos, pero su logro más mediatizado es haber sido la creadora de un término que se popularizó en la televisión: el bozal legal. “Fue un invento nuestro y hoy lo usa toda la prensa. Falta que lo use la Presidenta para cuando quiere acallar con vehemencia a quien habla de más”, comenta Rosenfeld desde su bunker en el microcentro porteño. Cuando dice “nuestro” habla de ella y de la diva suprema: Moria Casán: “Ella dijo ‘poné un bozal’ y yo dije agregále legal. Es una palabra divertida para hablar de una medida cautelar judicialmente válida”, explica.

Su estudio es un convoy de abogadas bellas y fuertes. Rosenfeld dirige un equipo de 16 amazonas que atienden los reclamos de otras mujeres. La bienvenida al lugar la da una foto de la tapa del libro que Rosenfeld acaba de editar por Editorial Planeta: “El terror de los maridos”. “Me convertí en el terror de los maridos. Así me pusieron, pero lo que quiero es que haya respeto, no miedo”, dice, mientras toma agua de una copa.

El libro hace un recorrido por su historia personal, hay lugar para los casos de la farándula y, también, una guía sobre todo lo que tiene que saber una futura ex esposa.

Su centro de operaciones en el estudio es amplio, luminoso y  feliz. Está repleto de retratos con sonrisas de famosos: Moria, Tinelli, la familia Ortega, Mirtha Legrand,  Cacho Fontana, Viviana Canosa y la lista sigue. Ella, para cumplir el verosímil televisivo, también porta un rictus de felicidad.

-Se transformó en una referente en temas de género a nivel mediático. ¿Cómo vive ese rol?

-Siempre que hablo, no hablo para otros abogados, ellos no necesitan de mi interpretación. Tengo la oportunidad de tener un micrófono y decir lo que quiero para la gente, para el pueblo. La mujer que, de alguna manera, me hizo sentir que tenía que defender al género fue Moria. Vi en Moria una mujer que siempre tuvo una voz fuerte para defender su pensamiento. Nunca tuvo miedo de hablar, y siempre planteó la defensa de género, desde cuando hacía su talk show. Sentí que tenía que seguir con esos lineamientos más allá de que con algunos divorcios mediáticos me convertí en “el terror de los maridos”.

-¿Cómo la conoció a Moria?

-Moria me vino a ver a través de su representante. Ella tenía un “temita”, se había violado su intimidad. Se había firmado un convenio de confidencialidad y se habían dicho cosas que no se cumplieron. Y después de doce años que hace que la conozco, recién la semana pasada salió la sentencia que me da la razón a mí y a Moria. Cuando ella siempre dice “Se cuelgan de mí”, es verdad. Alguien se había colgado de ella y habló de más. La Justicia lo sancionó a este buen hombre (NdelR: aunque prefiere no nombrarlo, se refiere a Luis Vadalá, ex marido de Casán).

-¿Por qué eligió dedicarse a la Justicia civil?

-Por más enojada que esté con la Justicia en lo civil, todo tiene un resarcimiento económico que tarde o temprano llega. En cambio en el derecho penal no hay retroceso, no hay vuelta atrás. No se indemnizan ni con plata.

-Siempre cuestiona los tiempos de la Justicia.

-Los errores que comete la Justicia tienen que ver, fundamentalmente, con la mentalidad y con el procedimiento. Las leyes están, lo que falla es el procedimiento. La Justicia es lenta, los juicios de alimentos son larguísimos. Tenés que recorrer Tribunales para garantizar derechos que deberían salir automáticamente. Nadie hace nada por el procedimiento, que es lo que está anquilosado y arcaico. Tenemos una Justicia lenta, con jueces que viven en una burbuja. Sus sueldos se acomodaron, pero lo que no se acomoda es su mentalidad a los efectos de fijar una cuota alimentaria acorde a la realidad, por ejemplo. A un juez le decís que embargue tal cosa porque esa persona es un testaferro, y el juez dice que no quiere afectar derechos de terceros. ¡Si yo te estoy demostrando que ese es un testaferro y que no tiene ni la mochila a su nombre! ¡Estás afectando el derecho más importante!

-Su equipo está conformado solo por mujeres. ¿Hay una sensibilidad especial en el ejercicio del derecho, que tiene que ver con el género?

-Somos todas mujeres pero el derecho es uno solo y la manera de hacérselo ver al juez también. Lo que le deberías contar al juez son los hechos y él debería saber exactamente cómo aplicar el derecho, pero siento que con un equipo de mujeres estamos con la idiosincrasia del problema diario: qué es lo que le pasa a la mujer y qué es lo que reclama. Yo no me presto a ningún tipo de extorsión. Ni acepto que los hijos se conviertan en rehenes. A mí cuando me dicen que le quiero sacar a los hombres más de lo que les corresponde, no es cierto. Nunca pido más: pido lo justo

-Sus clientes también son, en su mayoría, mujeres. ¿Cómo encaran los divorcios?

-A las mujeres les toca la peor parte. Me vienen a ver mujeres con distintas problemáticas. Si piden, el hombre se enoja y se va. Si no piden el hombre ya se fue y se quedaron en la calle. Están en un embudo, en un callejón sin salida y con una Justicia que no las ayuda. Vienen y me dicen: “No quiero que si me deja por otra, me tire a la basura como si mi tiempo con él no hubiese tenido por lo menos un reconocimiento”.

-¿Las mujeres nacen para ser futuras ex mujeres?

-Ojalá no fuera la regla, pero sí, el hombre está cada vez más picaflor. Antes o más tarde, más o menos preparadas pero sí tarde o temprano te puede pasar. El hombre, cuanto más grande, tiene mucha más posibilidades de mirar de ahí para abajo. La mujer, cuanto más grande, el centímetro le queda más cortito.


Durante la semana, a Rosenfeld se la puede ver sentada en el sillón de los programas Intratables o a medianoche sometida a las preguntas de Alejandro Fantino. Su perfil rankea cabeza a cabeza con los del abogado chic Fernando Burlando o el mediático Miguel Ángel Pierri. Ella dice que no hay competencia que “en el medio hay lugar para todos los abogados”.

Hace poco tuvo lo más cercano a un debut en las tablas. En una función de la obra “Algunas mujeres a las que le cagué la vida”, en el Teatro Picadilly, dio una charla debate y presentó su libro. “Hablé de lo que le molesta a toda la gente: sus divorcios. No hubo debate porque todo el mundo coincidió en que tengo razón”, dice Rosenfeld.

Esa presentación desencadenó un tsunami de ofertas para dar charlas. “Ahora todo el mundo quiere que de charlas debates sobre lo cotidiano”, cuenta, jocosa. Aunque asegura que si le proponen ser parte de una ficción televisiva va a decir que no. “Yo trabajo de lo que sé, que es ser abogada”, aclara determinante.

La cámara la ama, pero también la odia. A pesar de su acercamiento al mundo de los rayos catódicos, Rosendelfd tiene algunos enfrentamientos con canales de televisión y productoras televisivas. En 2010, representando a “Palito” Ortega y a su esposa Evangelina Salazar en un juicio, que ganó, contra “Chiche” Gelblung. El conductor  fue condenado a pagar más de 200 mil pesos de resarcimiento por presunta intromisión en la vida íntima del matrimonio. La demanda demoró ocho años. Se había iniciado por unos capítulos del ciclo “Memoria” que Chiche condujo en 2001

Además de este litigio, representa al matrimonio Ortega-Salazar en una demanda por daños y perjuicios contra los periodistas Daniel Tognetti y Miryam Lewin, que conducían el programa “Punto Doc”, de la productora “Cuatro Cabezas” –entonces propiedad de Mario Pergolini- y emitido por el canal América.

-¿Cómo se lleva con ese amor/odio que tiene la televisión? ¿La dejaron afuera de algún programa por estas demandas?

-Palito y Evangelina después de doce años le ganaron a Punto Doc. Habían dicho que Evangelina era la jefa de un clan mafioso en la provincia de Buenos Aires. ¡Evangelina es Lassie! ¡Cómo van a decir eso!  Y la productora Endemol está enojada conmigo porque represento a los chicos de Gran Hermano. Mirtha Legrand quiere que vaya a cenar o almorzar a su programa, pero Endemol, que produce el ciclo, no la deja. Pero yo no soy la enemiga, soy el cartero, reclamo por sus derechos.

Como la heroína de los comics, Rosenfeld no tiene contraparte masculina. Es única en su temática y estilo. Se sabe justiciera y glamorosa. La cámara y el grabador se apagan y ella sigue siendo la misma. Se define como “una abogada más”. Eso sí: una abogada con vestidos preparados en su despacho para eventuales cambios de vestuarios.


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