Infojus: Desventuras laborales de principiantes del Derecho en estudios jurídicos

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Desventuras laborales de principiantes del Derecho en estudios jurídicos

| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2013-10-13 | Por: Lucía Cámpora | Fecha de captura:: 2016-01-21 18:37

La informalidad laboral, un fenómeno extendido para los jóvenes que hacen sus primeros pasos en los estudios jurídicos. Con representación gremial nebulosa, no son trabajadores judiciales. Por qué no existe un sindicato en condiciones de negociar colectivamente.

En la primera entrevista, la futura empleadora de M.M. releyó el cv de la postulante y le dijo con honestidad brutal: “Esto no me sirve de nada”. Con 20 años, M.M. había trabajado en heladerías y en locales de ropa, y empezaba su segundo cuatrimestre de la carrera de Derecho. Había llegado al estudio jurídico de esa abogada que la entrevistó a través de Zona Jobs, en febrero de 2011. “Se ve que al final le caí bien y me puso de secretaria”, cuenta M.M. El estudio era chico pero de mucha trayectoria. “Lo atendían el marido y la mujer, hacían derecho civil, empresarial y de familia. Entre los clientes había personas de mucha plata y del espectáculo”, contó la estudiante de Abogacía.

El trabajo de M.M. consistía en pasar los escritos a la computadora, atender las llamadas y citar a los clientes. Por seis horas le pagaban 1.200 pesos. Eran en negro, sin aportes, obra social ni seguro de trabajo. “Yo estaba medio desesperada, sin un peso. A mitad de año me aumentaron a 1.300”. En aquel momento, el salario mínimo por ocho horas era de 2.300 pesos, casi el doble. “Ellos tenían mucho miedo a que yo les iniciara un juicio, ya les había pasado. Siempre me hablaban de la confianza, de las referencias, de los contactos”, recuerda M.M. “Una vez ella me dijo algo acerca de la pantalla de mi celular. Yo le pregunté cómo la había visto. Respondió que yo se la había mostrado, pero no era así. Me revisaba el teléfono. Después pasó lo mismo con mi Facebook”.

M.M. trabajó en el estudio poco más de un año. “En mayo de 2012 avisé que me iba. Me había salido un trabajo mejor. Los ayudé a buscar un reemplazo. El abogado me preguntaba todo el tiempo ‘No me vas a hacer juicio, ¿no?’. Me hizo mandar un telegrama de renuncia. Cuando me liquidó el último sueldo, me pagó menos de lo que me había dicho y se lo planteé. ‘No vamos a terminar en malos términos’, me sonrió.

La informalidad laboral es un fenómeno extendido en los estudios jurídicos. Se comenta abiertamente en los pasillos de las facultades de Derecho y en los tribunales, pero pocos estudios se hacen eco de los reclamos. La representación gremial es nebulosa: no son trabajadores judiciales, pero tampoco existe un sindicato de empleados de estudios jurídicos en condiciones de negociar colectivamente.

Las experiencias tienen puntos en común. C.B. estaba en cuarto año de la carrera y tenía 27 cuando consiguió su primer empleo en un estudio. “Me recomendó una amiga y entré con muchas ganas, porque sentía que no había tenido práctica en la carrera”, cuenta C.B. Su empleadora, una abogada, en la entrevista inicial le advirtió: el trabajo era de seis horas y en negro. Aceptó. Su tarea era procurar: todos los días, desde las 8 de la mañana, recorría los juzgados porteños y de la provincia. En 2008 cobraba por eso 800 pesos por mes. Y al poco tiempo de entrar ya estaba las tareas de una abogada: redacta cédulas, acompañaba a clientes. “Terminaba manejando el estudio, la abogada a veces ni venía, o venía sólo a firmar”, recuerda.

En 2010 C.B. se lastimó la rodilla y debió pasar varios días fuera del estudio, entre el hospital y el médico privado. “Necesito tener obra social”, le dijo unos meses después a su jefa. “Lo voy a pensar”, respondió y al tiempo le hizo una propuesta: podía anotarla como trabajadora a tiempo parcial, pero le incrementaría la jornada a 8 horas. La joven aceptó y quedó registrada como empleada de comercio. Era 2010 y su sueldo ascendió a 2.000 pesos. Apenas superaba el salario mínimo vítal y móvil, que era de 1.840.

“Días de estudio no tenía”, recuerda C.B. “Las licencias eran lo mínimo e indispensable. Varias veces –dice –le pedí un aumento de sueldo. Ella me decía que lo iba a pensar, y después, que el estudio no podía afrontarlo. Me fui en octubre de 2011, le planteé que no me alcanzaba.” Hoy trabaja como abogada por su cuenta.

La explotación de estos empleados no pasa sólo por sus sueldos bajos o por el trabajo no registrado. Lo que cuenta Lautaro de la Rosa es una historia que se repite con otros nombres en diferentes despachos. “Era un estudio chiquito, hacía civil y laboral. Llegué por medio de un primo segundo, a principios de 2012. Yo había entrado ese cuatrimestre a la facultad”, relata. El trabajo era completo: procuración, escritos, cédulas y redacción de demandas. Por ocho horas, que en realidad eran nueve, le pagaban 3.000 pesos por mes. “Me entusiasmaba aprender, pero no me imaginaba tanta carga. Terminé cubriendo entre 70 y 80 juicios, después volvía y tenía que hacer los informes”, detalla Lautaro. “A veces me decía que no tenía plata y me pagaba en tandas. En julio de este año me pagaba 4.000. Yo le decía ‘Doctor, ya es 10 y me pagó la mitad del sueldo’, y ahí me tiraba un poco más”.

A los trabajadores de estudios jurídicos se les aplican subsidiariamente las condiciones de los empleados de comercio. Según explicaron fuentes del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, es así porque en el Convenio Colectivo de Trabajo N° 130 de 1975 del sindicato de Comercio, se menciona expresamente a los empleados de estudios jurídicos. Así lo confirmó la jurisprudencia reciente. Pero muchos empleadores sostienen que pueden no acatarlo porque no tuvieron representación cuando se celebró el convenio.

Las dificultades para contar con un sindicato propio tienen que ver con varios aspectos: para obtener el reconocimiento, se necesita una cantidad representativa de afiliados. Los afiliados sólo pueden ser trabajadores registrados, por lo que la tarea se dificulta en un ámbito de tanta informalidad. En los últimos años, dos iniciativas pretendieron alzarse con la representación: el Sindicato de Trabajadores de Estudios Jurídicos (SITEJ) y la Unión de Trabajadores de Estudios Jurídicos (UTEJ). Por ahora, ninguno de los dos obtuvo la inscripción gremial, paso previo para pedir la personería que habilita a negociar colectivamente.

Las trampas de las pasantías

Muchos estudios ofrecen ámbitos para realizar pasantías educativas, a las que los estudiantes acceden a través de sus facultades. Deberían ser espacios de práctica profesional, pero en muchos casos son utilizadas como máscaras. Julia es el nombre ficticio de una estudiante de abogacía que accedió a una pasantía casi sin saberlo. Fue en un estudio reconocido con un buffet de más de 60 abogados y con importantes multinacionales como clientes. Julia mandó su currículum a Zona Jobs a mediados de 2011. Cuando la llamaron del estudio, le dieron la opción de ingresar como pasante. “Mucho no te contaban, te decían que iban a ser cuatro horas, con determinado sueldo y contrato de pasante; dijeron que iba a tener un tutor que después nunca vi”, cuenta la estudiante de 23 años. “Las pasantías se ofertan por la página de la Facultad, ellos iban a publicarla y yo tenía que anotarme primera”.

“El tema de las cuatro horas nunca fue verdad. Yo trabajaba de dos a seis de la tarde, pero como lo que hacía era buscar jurisprudencia, siempre te llamaba algún abogado y te decía que necesitaba algún fallo que dijera tal cosa. Esos llamados podían ser a las seis, y ahí te tenías que quedar”, cuenta Julia. “Además, a las siete y media uno sacaba el recorrido de Tribunales para el día siguiente. Se tenía que hacer lo más tarde posible, yo lo tenía que imprimir y chequear. Terminaba yéndome muchas veces entre las ocho y media y las nueve.

Por la “pasantía”, Julia recibía 1.500 pesos mensuales, hasta que renunció luego de casi un año. “Supuestamente es para aprender, me di cuenta después que era como cualquier trabajo efectivo, pero te pagan menos. ‘Estas son las condiciones, si te querés ir, hay 400 personas atrás’, le decían a mis compañeros. Todos están bastante resignados”.

No se trata de un fenómeno sólo de los estudios jurídicos: grandes empresas abusan del régimen de pasantías, al punto que en 2005 un tribunal del trabajo condenó a Mc Donalds por “encubrir un contrato de trabajo” bajo esta forma. En 2008, el Frente para la Victoria impulsó una reforma a la ley de pasantías – que databa del menemismo- y se sancionó la Ley N° 26.427. Fijó un máximo de 20 horas semanales para los pasantes y estableció que, en caso de incumplimiento, “la pasantía educativa perderá el carácter de tal y será considerada contrato laboral por tiempo indeterminado”.

¿Por qué el fenómeno de la informalidad se reproduce en los estudios jurídicos? Muchos lo atribuyen al “hacerse de una trayectoria” o de “contactos”, como dijeron a Infojus Noticias algunos de los entrevistados, lo que insta a los empleados a resignarse y “negociar”. No escapa a los ojos de ninguno de ellos que cierto corporativismo letrado invisibiliza el flagelo. Como expresó una fuente consultada por este medio, “será que entre curas no se pisan las sotanas”.
 


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