Infojus: Las diez fotos del funeral de Perón que nunca viste

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Las diez fotos del funeral de Perón que nunca viste

| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2014-07-01 | Por: Infojus Noticias

El velorio duró 2 días. Desde ese momento, el país se quedaba sin presidente y el movimiento sin líder. “Resucitá, machito, ¡qué te cuesta!”, le hace decir Tomás Eloy Martínez a una mujer en el final de “La novela de Perón”. El ruego denota la incertidumbre ante el futuro y la importancia del líder en el esquema político que él mismo había creado 30 años antes.

El 2 de julio de 1974, el diario Noticias, dirigido por Rodolfo Walsh, ocupaba la mitad de su histórica tapa con la palabra “dolor”. Se había muerto el general Juan Domingo Perón la tarde anterior. “En la conciencia de millones de hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”, decía la bajada. El vacío que dejaba Perón era mayor que el de la presidencia, al día siguiente ocupada por la vice, su esposa María Estela Martínez. Al peronismo le resultaría muy difícil digerir la desaparición de su figura central, y la crisis política abierta entre sus ramas más radicalizadas profundizaría la espiral de violencia.

El líder y el movimiento

El movimiento peronista selló su fisonomía el 17 de octubre de 1945: las columnas que venían de todo el conurbano pidiendo la liberación de Perón, entonces secretario de Trabajo y Previsión, encarcelado por el gobierno de facto que integraba, afianzó la alianza entre este militar y una clase obrera duramente reprimida y callada durante la Década Infame.

El término “populismo” es una categoría difusa, pero uno de esos rasgos le cabe al peronismo: la centralidad del líder en la estructura del movimiento y el papel de árbitro que Perón jugó entre las distintas facciones del movimiento hasta su muerte. Su segunda esposa, Eva Duarte, ocupó el mismo rol y llegó a intervenir personalmente en la negociación de los convenios colectivos o en huelgas como la ferroviaria de 1950.

Ese arbitraje de Perón en el movimiento se profundizó después del golpe de 1955 y las directivas, a veces no muy claras, del general en el exilio. Esos años fueron los de la Resistencia Peronista en el país, la Revolución Libertadora, representante de los valores más tradicionales de la clase alta argentina, se arrojaba contra la clase obrera, virtualmente peronista en su conjunto, y en el decreto-ley 4161 de 1956, quedaban prohibidas las expresiones “peronismo”, “peronista”, “ justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronista” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas”.

Guerra Fría, guerrillas y juventud

En el plano internacional, los grandes ganadores de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética, se trenzaban en una guerra que nunca los enfrentó cara a cara pero tuvo escala global. El ejemplo cubano llenó de resquemores a las clases dirigentes latinoamericanas. La invasión a la Bahía de Cochinos en 1961 y la crisis de los misiles de 1962 traían la Guerra Fría al continente más desigual del mundo. En estos años el peronismo acusó el efecto de esta guerra que contraponía dos formas de organización social y económica. Figuras como Rodolfo Walsh, el abogado Rodolfo Ortega Peña o el escritor Juan José Hernández Arregui buscaron conciliar la tradición peronista, esencialmente popular, con ideas de la izquierda marxista que gobernaba a un tercio de la humanidad para la época. Ese sincretismo político dio lugar a las guerrillas que, con diferente grado de adhesión al peronismo, combatieron la feroz represión de las fuerzas de seguridad durante la Resistencia.

El peronismo tradicional se refugiaba en una derecha sindical que veía como “infiltrados” a esos jóvenes para quienes Perón era un mito vivo en el exilio, una figura idealizada de su infancia. En 1972, José Ignacio Rucci era elegido secretario general de la CGT con el aval de Perón en un congreso tildado de “fraudulento y regimentado por matones” por Agustín Tosco. Este cónclave, sin embargo, se veía como un “anticuerpo” que había evitado el “contagio” comunista entre los obreros. En esos años fue creada, para evitar la propagación de la Juventud Trabajadora Peronista en los gremios, la Juventud Sindical Peronista, estandarte del peronismo de derecha.

La vuelta de Perón

En marzo de 1973, Héctor Cámpora ganó las elecciones propugnadas por una saliente Revolución Argentina, debilitada por el Cordobazo y la crisis económica. La fórmula “Cámpora al gobierno, Perón al poder” dejaba ver el papel central que el general mantenía en el movimiento, aún en el exilio. El gabinete de Cámpora, formado por figuras tan disímiles como Esteban Righi, José López Rega o Ricardo Otero, expresaba el delicado equilibrio al interior del peronismo.

Perón volvió al país el 20 de junio de 1973, menos de un mes después de la asunción de Cámpora. Cientos de miles de personas fueron a recibirlo al cruce de la autopista Ricchieri con la ruta 205, en las inmediaciones del aeropuerto de Ezeiza. La guerrilla de Montoneros, que había saltado a la vida pública en 1970 con el secuestro y asesinato del general Aramburu, emblema del antiperonismo, intentó copar el palco, ocupado por la derecha sindical. Ambas facciones fueron al regreso de Perón preparadas para un conflicto, aunque fue la derecha quien llevó la mayor cantidad de armas largas y utilizó el Hogar Escuela Santa Teresa, a metros del lugar, para torturar militantes.

La Masacre de Ezeiza mostró la imposible convivencia entre la derecha y la izquierda peronista. El general no podía arbitrar entre dos grupos dispuestos a aniquilarse. Las señales ambivalentes de apoyo a una u otra facción que había enviado durante los años del exilio ya no tenían lugar con Perón en el país. El 13 de julio, Cámpora renunció y llamó a elecciones, en las cuales Perón ganó con el 62% de los votos.

En septiembre de 1973, el líder sindical Rucci, competidor de López Rega para liderar la derecha peronista, fue asesinado a balazos, y el crimen fue atribuido a Montoneros. Al día siguiente fue asesinado Enrique Grinberg, militante de la Juventud Peronista. El primer atentado atribuido a la Alianza Anticomunista Argentina, cuya génesis y organización nunca fueron del todo aclaradas, fue en noviembre de 1973 contra el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen. Perón seguía sin expresar su apoyo público a ninguna de las dos facciones: ambas lo habían ayudado a volver del exilio, pero ahora su enfrentamiento empujaba al abismo al país. El presidente debía decidirse.

La definición tuvo lugar en el célebre acto del 1° de mayo de 1974. Allí, los Montoneros decidieron interpelar públicamente a su líder. Ocupando la mitad de la Plaza de Mayo, corearon consignas como “Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular” o “Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical”. Perón los echaría de la plaza y se decantaría por la derecha del movimiento: “Hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años”. Cada vez más aislados, poco después la organización pasaría a la clandestinidad y al año siguiente sería prohibida por el gobierno de Isabelita, bajo la creciente influencia del secretario López Rega.

El paso a la inmortalidad

Ése era el país que Perón dejó al morir. En las fotos, inéditas hasta ahora, puede verse el fuerte dispositivo de seguridad montado para despedir al general, así como la relativa ausencia de banderas políticas –salvo la de Montoneros y la Juventud Peronista- que podrían haber caldeado los ánimos. Las muestras de dolor se alternan con las de abnegación: en esos días fríos y lluviosos, 135 mil personas desfilaron ante el féretro en el Congreso Nacional, y más de un millón se quedó afuera.

El velorio duró 2 días después de los cuales el cuerpo fue llevado a la Quinta de Olivos. Desde ese momento, el país se quedaba sin presidente y el movimiento sin líder. La lucha entre las facciones peronistas ya no tendría arbitrajes y sería sin cuartel. “Resucitá, machito, ¡qué te cuesta!”, le hace decir Tomás Eloy Martínez a una mujer en el final de “La novela de Perón”. El ruego denota la incertidumbre ante el futuro y la importancia del líder en el esquema político que él mismo había creado 30 años antes.


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